Boletín marzo 2011/7

 

ARTÍCULO “ERLE IN MEMORIAM”. Por José Sánchez.

 

Contacté con Erle Montaigue en el año 1998, tras 10 años de búsqueda y práctica de artes marciales internas.

Me regaló algunos videos suyos en los que, debido a su apariencia, no me pareció un maestro tradicional. Vestía con camiseta y chanclas, tenía un nombre extraño, parecía algo entrado en peso, era amante del rock and roll (formaba grupo con sus hijos), y aparentemente estaba despreocupado de todo. Sus videos caseros grabados en el patio de su casa en plena selva y con la ropa tendida, no daban una imagen de “maestro de artes internas”. Hacía además movimientos rápidos donde gritaba “PAAA!!!”. Esos videos databan del año 1982 y tras de sí Erle ya tenía 15 años de práctica intensa. Pocos de nosotros habíamos comenzado en este camino.

La naturalidad y apertura que mostraba en sus enseñanzas me sorprendieron. Gran cantidad de vídeos donde mostraba movimientos y técnicas formaban parte de su sistema de aprendizaje. Erle vivía en Australia y no era fácil por entonces viajar hasta allí, por lo que siempre aconsejaba comenzar estudiando este material. Él mismo decía que prefería corregir un movimiento antes que enseñarlo.

Consciente de que la enseñanza presencial era insustituible y sabiendo que mi interés por aprender era real, me animó a comenzar con alguno de sus alumnos en Europa y luego con esa base, viajar a Australia.

Contacté en Gales, con el que para mí era su mejor alumno, Mike Kaniewski, maestro de Wing Chun que encontró en WTBA una oportunidad para profundizar aún más en las artes marciales, artes que practicaba y enseñaba con verdadera pasión.

A partir de entonces y durante años viajé a Gales tanto como pude, con objeto de aprender todo lo posible antes de ir a Australia.

Mantenía contacto con Erle mediante el correo electrónico, a través del cual respondía cientos de preguntas y dudas que me surgían día a día. Por fin alguien daba respuestas concretas y enseñaba métodos de entrenamiento que uno podía comprobar por sí mismo.

Era el año 2002 cuando viajé por primera vez a Australia y pude conocerlo personalmente.

Su imagen había variado mucho de lo que conocía de él por los vídeos, mucho más delgado, siempre recién duchado, aspecto limpio, formas cuidadas y en todo momento sereno y tranquilo. Cercano pero a la vez guardando la distancia con los alumnos. Te quería y cuidaba, impartía conocimiento de forma abierta y a la par, como buen maestro, ni te usaba ni te necesitaba.

La palabra Maestro le provocaba una mueca muy graciosa, como si hubiera probado una comida en mal estado… Era ajeno a ese juego de reverencias y títulos.

Aprendió sin duda de alguien grande, aunque fue criticado por ello. Entrenó hasta la saciedad y se dedicó a difundir de manera abierta su conocimiento, de forma muy astuta e inteligente y sabedor de que éste es inútil sin la participación del guía, sin su activación o incluso sin su consentimiento.

Su método fue una renovación para mí. Puntos vitales, golpeos, aplicaciones marciales, métodos, explicaciones, sistemas de entrenamiento, información, aplicaciones para la salud, aplicaciones médicas y un largo etcétera. Aprender por fin qué estabas haciendo y por qué. ¿Cómo podría asimilar tanta información?.

¿Tendría que aprender todo el material? Su respuesta siempre era la misma: Forma Antigua, Zhan Zhuang, Fa Jing y Tui Shou. Ese era el núcleo principal. Se podía aprender en cualquier orden. Si tu interés abarcaba armas, Pakua o Wudang Katas también podías acceder a cursos e información específica.

Año tras año asistí a sus campamentos anuales. Obtuve diploma de profesor y un año más tarde me concedió la representación de su sistema en España. Para él esto no quería decir nada más que siguiera entrenando y enseñando a algunos que estuvieran dispuestos a aprender...

Por esa sencillez que le caracterizaba Erle huía de las masas, aunque a la par enseñó en 35 países y a miles de estudiantes. No imprimía a sus monitores ninguna ley salvo la de practicar y seguir aprendiendo. No importaba si tenías 5 ó 1.000 alumnos. Siempre parecía tranquilo.

Con el paso del tiempo y al profundizar en las prácticas me di cuenta de que Erle estaba de vuelta de todo. No podías ofrecerle nada porque lo que necesitaba lo tenía. Y lo tenía dentro de sí. En muchas ocasiones se levantaba y hacía unos movimientos para sí mismo o cerraba los ojos y se quedaba en paz. Todo le parecía bien. Si hubiera algo que rechazara era la búsqueda de protagonismo, las exhibiciones del “Qi”, los superpoderes, las estructuras cerradas, los trajes de seda y las suposiciones sobre las prácticas.

En el año 2005, impartió un seminario en España. Le ofrecí visitar lugares, restaurantes, gimnasios o conocer gentes. El prefería pasear una vez más por la montaña donde practicaba Zhan Zhuang.

Pasados unos años decidió mudarse a vivir a Gales. Milán, París, Londres y Gales fueron los lugares donde pude seguir aprendiendo.

Desde el inicio Erle sabía que realizaba varias prácticas, incluyendo otra visión de las artes marciales o en otros campos. Jamás intentó limitarme al respecto o alentarme de “supuestos” peligros, sino que más bien me estimuló a entender y buscar eficacia.

Un día me sorprendió su interés por las plantas medicinales que tenía en casa. Desde niño tuvo un severo problema de diabetes que consiguió regularse durante muchos años con su práctica y con una dieta estricta. Era su medidor y a la vez la demostración de su eficacia.

Avanzar en su sistema no era cuestión de saber más formas sino de lograr elevar el nivel energético. El secreto, según él, practicar con sinceridad y entendimiento los métodos. Su manera de examinarte era siempre la misma forma, la “forma antigua” que tanto amaba. Esto ocurría de repente. En una ocasión, en Italia, durante el desayuno en casa de mi gran amigo Vincenzo, nos corrigió durante dos horas los dos primeros movimientos sin parar de darnos mil y un detalles.

Otorgaba, aunque no le daba importancia, grados como reconocimiento del progreso de sus alumnos. Me concedió el cuarto Dan de su sistema.

Comprendí con Erle las grandes diferencias que había entre profesores de estas artes… Practicar con intensidad durante 40 años sin fallar en el entrenamiento y práctica; evitar estructuras de nivel, relaciones de servidumbre o cuantías exageradas por las enseñanzas; emanar tranquilidad, mantener las pasiones sosegadas y el espíritu en paz; mantenerse fiel al lugar donde se nace, a la cultura y a sus gentes por el hecho de practicar un arte originalmente asiático; ser capaz de enseñar abiertamente, de contestar miles de preguntas sin descanso sin obtener nada a cambio y ser leal a una enseñanza o aprendizaje durante años. Todas estas eran cualidades que él tenía y que marcaban esa gran diferencia.

Su enseñanza sin duda fue, es y será algo muy importante en mi camino personal. Recuerdo que Erle siempre decía que el Tai Chi es y siempre será difícil y debes sentir esto al practicar. Tras 22 años de práctica y 13 desde que le conocí hasta su muerte el pasado 26 de enero de 2011, lejos de alcanzar el Tao del que tan fácilmente uno cuelga sus miserias y su mediocridad, encuentro que hay todavía mucho que aprender e investigar, a pesar del esfuerzo realizado.

Y es precisamente por esta extrema dificultad que no está indicado para “todo” el mundo, ni se puede enseñar sin haber practicado muchos años, ni se puede dejar de seguir aprendiendo, ni olvidarse de comprobar su eficacia a modo de laboratorio tal como Erle hizo con su glucosa día tras día, sus paos y los puntos vitales en innumerables ocasiones.

Cada cierto tiempo le enviaba grabaciones de la ejecución de la forma a mano vacía y con la espada para su corrección. Mantenía así vivo el aprendizaje. También le hacía partícipe de los resultados en la Federación Internacional de Fútbol F.I.F.A. enseñando a los árbitros de élite mundial, muchos de sus movimientos y conceptos. Se mostró entusiasmado con la aplicación y me pidió referencias del trabajo en el pasado mundial de Sudáfrica.

Hace tres semanas nos hizo su último regalo. Me envió un mensaje anunciando que uno de sus libros era descargable vía web. Pasé varios días pensando cómo agradecerle y antes de responderle llegó la noticia: un fallo en su sistema de azúcar le había provocado un paro cardiaco fulminante. Murió en brazos de su hijo al mediodía, a los 62 años de edad, después de practicar en la mañana su forma antigua, lo que más amaba. Murió sin sufrimiento, vivió libre, sin ataduras a sistemas, practicando sin miedo lo que amaba, enseñando abiertamente y con sinceridad y tocando la guitarra en su familiar grupo de rock and roll.

Puede que la muerte sea una ilusión dentro del viaje de nuestra conciencia, pero es seguro que a veces encontramos gentes que sustentan nuestros principios y nos transportan a otros lugares de nuestra propia evolución, en ocasiones, incluso a nuestro pesar. He conocido pocas personas así y ellas son mi única fuente de inspiración y referencia, seres humanos completos en su faceta laboral, familiar, relacional y espiritual.

Erle es una de esas personas, devoto con su trabajo, unido a su familia, bueno con la gente y entregado a su práctica. Su pérdida es algo difícil de superar. Puedo decir que tuve la gran suerte de perseverar 13 años en su enseñanza y sobre todo de estar en su corazón.

La vida es efímera, los maestros mueren mañana y queda seguir aprendiendo de los seres completos, que no perfectos, que andan en este camino.

Descansa Erle, con los más grandes. Tu siempre alumno.

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CD Forma de los 9 tigres
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CD de Tai Chi Chuan Aplicaciones marciales primera sección

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